La Llegada
En estos últimos días hemos tenido una situación de emergencia en Nangweshi Refugee Camp. El campamento ya está a su máxima capacidad y sigue llegando gente en busca de refugio debido a la intensificación de la guerra en Angola. La mayoría de estos recién llegados son personas vulnerables: amputados, ancianos, viudas y niños sin acompañantes. El miércoles los miembros del equipo del Servicio Jesuita a Refugiados (JRS) nos apresuramos a contabilizar y a identificar a los más necesitados, y fue entonces que conocimos a una niña de 17 años llamada Dominga, sólo tenía una pierna, la cual está prácticamente sin músculos y con una herida enorme ya cicatrizada. Su tío dijo que fue una mina. No pude evitar que los ojos se me llenaran de lágrimas, sentía tanto coraje. ¿Cómo es posible que alguien le haga esto a una niña? ¿Qué tan peligrosa puede ser una niña? ¿Por qué sucedió esto? Son preguntas que todavía me hago y no consigo responder. En la tarde un refugiado que trabaja para nosotros me comentó que no fue una mina, que se veía claramente que “el enemigo” le cortó la pierna a machetazos, que la herida en la pierna que la queda fue por un intento de contársela también y que aquel hombre no era su tío, simplemente se la encontró en el camino. Ya le conseguimos muletas y pronto la va a ver el fisioterapeuta.
Eso es a lo que nos dedicamos principalmente en JRS Nangweshi, a los discapacitados. También nos dedicamos a enterrar a los muertos. Es una actividad que ninguna agencia quiere hacer y dado que nosotros tenemos una carpintería (donde, por cierto, trabajan puros amputados), pues nosotros proporcionamos el ataúd y la camioneta que traslada el difunto al cementerio. Esta semana murió una mujer de entre los que acaban de llegar. Parece ser que un día “el enemigo” atacó su pueblo lo que provocó la huída de su familia. Durante el camino, ella se quedó atrás para darle agua al más pequeño de sus hijos y su marido continuó con los otros siete. Fue en ese momento que la capturaron, situación que no duró mucho, ya que, posteriormente, en un momento de distracción de sus aprehensores logró escapar, llegando hasta la frontera donde un camión del ACNUR la recogió y la trajo hasta el campamento. Venía con al esperanza de encontrar a su familia. Sin embargo, recibió la noticia de que había muerto su marido y sus 7 hijos durante el trayecto, lo cual fue mucho para ella y murió. Tenía 39 años y dejó a un niño de un año y nueve meses.
Perdonen si mi introducción fue un poco fuerte pero es con los protagonistas de estas historias con los que estoy viviendo y para los que estoy trabajando. ¿Cómo están? Yo muy bien y pido disculpas si no había escrito antes, es que se me olvidó copiar sus direcciones antes de llegar a mi nueva casa. Salí de Europa el día 12 de Septiembre, un día después de los ataques en los EE.UU. lo que provocó incomodidades porque la seguridad estaba exagerada. Aterricé en Lusaka, Zambia el día siguiente a las 9 de la mañana, y en ese momento fue mi primera vez en Zambia, en África y en el Hemisferio Sur, fue algo emocionante. Sin embargo, estaba tan cansado que en el instante que vi una cama me quedé dormido. No tardé mucho en despertar al escuchar un mosquito zumbando en mi oído. Si hubiera estado en México no le habría dado tanta importancia, pero aquí los mosquitos trasmiten la malaria o paludismo, así que salté de la cama y me bañé en repelente. De todas formas, ya había perdido el sueño. De Lusaka no hay mucho que decir, es una ciudad pobre. El aeropuerto es más pequeño que las estaciones de autobuses en la Ciudad de México. Tan pobre es, que basta con decirles que el edificio más bonito que he visto es el hotel Holiday Inn. Hay un centro comercial moderno donde es posible encontrar de todo y a donde acostumbra a ir la gente de dinero, es decir, los blancos, los hindúes y, por supuesto, algunos africanos. Pero eso sí, los mejor de Zambia es la gente, son muy buenas gentes.
Yo vivo a 800 Km. de la capital en un pequeño pueblo llamado Sioma, como a 150 Km. de la frontera con Angola. Para llegar aquí son 11 horas de camino, tres cuartas partes de carretera pavimentada pero hay más baches que cráteres en la luna y la otra cuarta parte es de terracería aunque más bien es arena. Es un viaje muy cansado, que a fuerza se tiene que hacer en una camioneta todo terreno, si no, ni lo intentes. He recorrido dos veces este camino y las dos llegué muerto. Lo único que vale la pena es un parque nacional que se tiene que cruzar donde he podido ver cabras salvajes, antílopes, jabalíes, changos, aves exóticas, y también parece ser que vi cebras, que estaban muy lejos.
Cuando llegué a mi nueva casa fueron momentos difíciles. No me fue fácil hacerme a la idea de que aquí voy a vivir dos años. Mi casa es de cemento, lo cual es una ventaja porque aquí la mayoría de las casas son de paja. Tengo agua fría, tengo excusado, tengo energía solar que nos proporciona luz y electricidad por si las computadoras se quedan sin batería, porque además tengo dos computadoras; tengo energía de un generador eléctrico de 7 a 10 de la noche que la usamos para tener más luz y para el congelador. Sí, tenemos un congelador que únicamente está conectado tres horas por día que, con el frío que generó en esas tres horas, esperamos que la comida se mantenga fría hasta las 19.00 horas del día siguiente, lo cual no sucede y mucha comida se nos echa a perder. Finalmente tengo teléfono vía satélite. Algo muy estresante para mí fue saber que hay cucarachas y ratas en la casa, pero ya las estamos eliminando. Pero lo que más me costó fue la soledad, me sentí solo. Gracias a Dios mis compañeros son muy buenas gentes y los refugiados son adorables. También gracias al correo electrónico me pude comunicar con mi familia y algunos amigos y pasaron rápido esos malos momentos. Yo pensé que me iba a tardar meses en adaptarme pero creo que ya estoy adaptado, estoy muy bien. Sólo falta que aprenda a cocinar, porque ahora me están ayudando mis compañeros pero tal vez algún día tenga que hacerlo yo solito.
El Campamento queda a 30 Km. de aquí, y por lo difícil del camino hacemos una hora de ida y otra de vuelta. Desde el segundo día manejé y estuvo muy divertido pero a la vez muy cansado. Ese día tuve que aprender a conducir un vehículo de doble tracción con el volante del otro lado y en un camino lleno de arena. El río Zambezi nos acompaña a lo largo del recorrido, el cual es muy bonito. Dicen que ahí hay cocodrilos e hipopótamos, ojalá algún día los vea, de lejos, claro está.
Bueno, en mis próximos emilios les platicaré con más detalle acerca de mi trabajo (que como leyeron en los primeros párrafos, ahora es mucho), de JRS, de los Refugiados Angoleños (que en su natal Angola veían telenovelas mexicanas y películas de Cantinflas ¿cómo ven chatos?), de la guerra en Angola (guerra que en parte fue financiada por los EE.UU.) y de otros acontecimientos en mi vida. Sigan escribiendo, me da mucho gusto recibir noticias de todos ustedes.
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